Decidí hacer este concepto porque todo mundo vendía lo mismo. El cliente llega, ve el menú, pide lo que quiere, lo combina como quiere, y se lo hacemos al momento. Aquí no tenemos nada que recalentar porque todo se va directamente al plato.
Un desayuno cuando es de dos guisos nos tardamos diez minutos, cuando es de tres nos tardamos 15 minutos, pero tratamos de hacer lo más rápido que se pueda.
Yo hacía comida para eventos, pero nada que ver con lo que trabajo. Me llamó mucho la atención esto, le gustó a la gente y nos decidimos por puros almuerzos personalizados.

Yo dije un día: Voy a vender algo para que la gente tenga que almorzar como en su casa. Porque lo que ofrezco, hay en casa. Todos los productos que manejamos son comprados en la ciudad: chorizo, machacado, queso.
Prepararé unos huevos rotos que no son comunes en otras partes, esos fueron inventados por su servidora. Es una capa de papitas doradas, luego los huevos al gusto: término medio, cocidos o tiernitos. Van bañados en salsa de chorizo, con sus tiritas de aguacate y sus frijoles bien calientitos. Les puse ese nombre porque nada tiene que ver las papas con los huevos arriba y el chorizo.
Mi mamá, Juanita Cárdenas, me enseñó a cocinar. Disfrutaba unas quesadillas que se llaman “de la abuelita”: es una tortilla de harina que no está cocida, se hace como una empanada, con queso asadero, chile, tomate, cebolla y cilantro. La dobla, le hace su trencita para que no se salga y la pasa por el aceite. Esas quesadillas para mi son lo máximo. Se bañan con salsa de aguacate, y se acompañan con frijoles refritos. Es un muy buen desayuno.